Cibercuerpos: ideales de belleza en el mundo ciborg

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Trabajo escrito por Daniela Oviedo para la cátedra Diego Levis, Comunicación y Crítica, Diseño Textil y de Indumentaria, FADU, UBA, 2011.

Introducción

El presente trabajo se orienta a estudiar la noción de ciborg como parte integrante de la realidad social y de la realidad ficcional (en particular, artística). En especial, nos interesa observar el tipo de estética femenina y masculina que se construye a partir de la fusión entre el ser humano y la tecnología.

A partir del inminente desarrollo tecnológico y cibernético, se fue superando la ciencia ficción creando un nuevo ser, que ya no se conforma de cuerpo y alma, sino que implica una transición del individuo biológico al individuo robotizado. A tal punto, que ya no se concibe una vida biológica humana sin tecnología.

A lo largo del trabajo, intentaremos responder ciertas cuestiones que rodean el mundo ciborg, a saber: ¿qué tipo de ideal de belleza se construye a partir de la interacción entre seres humanos y productos técnicos? Como personas de carne y hueso, ¿estamos demasiado alejados de este ideal estético? ¿Son los ciborgs cuerpos deseables en los términos de la sociedad de consumo? ¿Buscamos, actualmente, los mismos modelos de belleza que fomenta la sociedad desde hace décadas pero a partir del uso de otros medios tecnológicos?

Nuestro objetivo es analizar obras artísticas y discursos contemporáneos que replantean el concepto de cuerpo más en términos de un “esto” que de un “yo”, en términos de un objeto y ya no más como sujeto, en fin, que proponen una objetivación del cuerpo. Estos discursos y obras dan cuenta de la tendencia cada vez más fuerte de nuestra era técnica a hibridar el cuerpo y la mente del hombre con la tecnología. No solo en su extrema condición, como ocurre en la ficción y en las obras de muchos artistas, sino también, y especialmente, en la realidad cotidiana, en la que invaden pantallas, celulares, prótesis, piercings, etc., presentadas como extensiones naturales del organismo.

Para alcanzar nuestros objetivos, usaremos la técnica del estudio de caso. Investigaremos a artistas, en particular a Stelarc y Orlan, como soportes disparadores que nos permitan estudiar la deformación del cuerpo y la búsqueda extremista de una evolución utópica defendida como destino natural del ser humano.

A partir del estudio de sus obras, argumentaremos cómo y porqué estos artistas creen que nuestro cuerpo debería ser controlado, modificado, amplificado, acelerado y atravesado por la tecnología con el fin de llevarlo a un mejor estadio evolutivo.

Estos casos de estudio, como disparadores, nos permitirán desarrollar ideas más generales acerca de la relación que establecemos con la tecnología y de la forma en que la usamos para  perfeccionar nuestro cuerpo.

Desarrollaremos dos tendencias contrapuestas: la negación del cuerpo, su desmaterialización, a través de la robotización generada por la tecnología e intervenciones (desde el punto artístico que analizaremos) y a la vez, la importancia del mismo potenciada por los medios masivos de comunicación y los mercados de la belleza de nuestra sociedad, reivindicando el cuerpo como objeto de consumo deseable.

Estamos en una continua búsqueda de ideales, muchas veces utópicos, pero a la vez  funcionan como un requerimiento para la vida social de esta etapa postmoderna. Estos emergentes son ejemplos de muchos relatos posmodernos de ciencia ficción que nos permitirán, además, entender la estética cyborg, su cultura, su origen, concepción, como así también, por su desarrollo e incorporación tanto en la ficción como en la no ficción.

Cuerpos rediseñados. Cuerpos Liberados

“El hombre está empezando a llevar su cerebro fuera de su cráneo y sus nervios fuera de su piel; la nueva tecnología engendra un hombre nuevo”.  MacLuhan.

“El pensamiento humano se desvanece en el pasado humano”. Stelarc.

Desde la antigüedad, el hombre se expresó a través de su cuerpo: los tatuajes tribales y las perforaciones eran formas de rendir culto a sus dioses o tenían una significación de identidad. En esta nueva era que estamos construyendo, el cuerpo comienza a transformarse en objeto (en muchos casos, de diseño) de deseo y de individualidad, a partir del cual muchos aseguran una emancipación de la condición humana (Haraway, 1989) que dará lugar a una simbiosis entre la tecnología y lo humano.

Stelios Arkadiou, investigador de arte digital de la Universidad de Nottingham, Inglaterra, conocido como Stelarc, ha profundizado en los límites entre arte, tecnología y las extensiones corporales, con una postura positiva al respecto. El artista poshumano, como se define a sí mismo, se remonta al campo de la filosofía para cuestionar e investigar al hombre y a partir de ahí, afirma que somos el fin de la filosofía y fisiología humana.

En su investigación, prioriza la mente al cuerpo y asegura que podría ser prolongado por los avances tecnológicos, ya que determina aspectos defectuosos, que lleva a la involución del ser. Desprecia la estructura biológica, entre muchas cosas por sus innumerables incapacidades, su obsolescencia y porque “está condenado a una muerte temprana y segura” (Stelarc, 1991:61). Es a partir de esta visión, la causa de su proclamación de un inminente rediseño del mismo y a través de la tecnología, para llevarlo a una utópica perfección:

“La tecnología transforma la naturaleza de la existencia humana, ecualizando el potencial físico de los cuerpos y estandarizando la sexualidad humana”. (T.A.García, 2008)

En las performances de Stelarc, podemos contemplar su interés por alcanzar la obsolescencia del cuerpo y traspasar los límites que éste nos presenta: “El cuerpo se encuentra dentro de entornos extraños, para los cuales está mal equipado. Debido a esto, el cuerpo es obsoleto.” (ibíd. 45)

Nos incita a no ver al cuerpo humano como simple materia, sino a percibirlo como un lienzo o una escultura que espera ser moldeada, que a través del arte y la tecnología alcanza su mayor nivel de significación.

En sus manifestaciones artísticas, se evidencia una nueva concepción del cuerpo que está cambiando y mutando pero, a la vez, una nueva mentalidad que es influenciada por la tecnología. Una idea que se puede ver en el cine, o en muchas obras de ficción (Robocop, Terminator) en la que la máquina supera al hombre, el cuerpo-envase que poseen es indestructible.

“El cuerpo no es una estructura muy eficiente, ni muy durable; su desempeño lo determina la edad. Es susceptible a enfermedades y está predestinado a una muerte cierta e inminente. Sus parámetros de supervivencia son muy limitados —el cuerpo puede supervivir solamente semanas sin comida, días sin agua y minutos sin oxígeno. La ausencia de un proyecto modular del cuerpo y de su sistema inmunológico que reacciona exageradamente dificulta la sustitución de organismos defectuosos. Considerar el cuerpo obsoleto en forma y función puede ser el auge de la tontería tecnológica, pero, así mismo, él puede ser la mayor de las realizaciones humanas”. (Stelarc 1991:54)

Pero no solo en la ficción, sino también en la no ficción -las obras mencionadas y también las de Orlan- se encuentra presente esta concepción de hibridación que generó y sigue generando críticas y cuestionamientos ontológicos a partir de una pregunta central: ¿qué pasa con el alma y espíritu de estos organismos cibernéticos?

¿Estamos hoy encaminados a una estética ciborg? Aunque muchos críticos afirmen que esta ideología es totalmente absurda, imposible, destructiva e inmoral, día a día, muchos intentan demostrar lo benévolo y magnifico que es el cuerpo rediseñado y recreado por la tecnología.

Mark Dery, en su libro Velocidad de Escape (1995), describe parte de las ideas que presenta el trabajo de Stelarc, que nos ayudará a comprender una de las diversas posturas que existen:

“Stelarc encarna con anticipación el híbrido hombre – máquina en el que nos estamos convirtiendo todos metafóricamente. Al ser más el centro nervioso orgánico de un sistema cibernético que un ser humano, Stelarc expresa literalmente nuestra impresión de ser individuos terminales, atrapados inextricablemente en la red global de telecomunicaciones. En ese sentido, Stelarc encarna el arquetipo postmoderno del hombre microcosmos” encargándose de mostrar “la tendencia del hombre a ascender y a evolucionar” (Mark Dery, 1995,166).

En todas sus performances en que él se posiciona en escena como protagonista y parte de la misma máquina-, deja ver al cuerpo como una obra arquitectónica -de aquí también el concepto de cuerpo como objeto de diseño- que puede ser mejorada, prolongada, transformada, que puede y debe variar y ser modificada, hasta regenerada desde su punto de origen para lograr la tan deseada perfección.

Stelarc muestra a través de una estética protésica, cirugías plásticas, basada en el arte (body art), su ideología y,  a la vez, el camino estético que están tomando los cuerpos en la cibercultura.

A partir de eso, podríamos pensar que el arte no solo pertenece al mundo ficcional (mundo imaginario, expresivo, sensible, etc.) sino que comienza a romper esa frontera y llegar así a involucrarse con lo no ficcional, con la vida real y cotidiana. Influye en el mensaje que se quiere transmitir otorgándole un valor impactante, como en estos casos, donde el arte se funde en el cuerpo humano vivo. Si habláramos del arte de cine lo compararíamos con los documentales, donde a través de juegos artísticos, tecnologías específicas se quiere demostrar al espectador una idea propia y que muchas veces es más sorprendente por mostrar el lado real y no ficcional del arte:

“Documentar es mostrar una verdad por más insignificante que sea. El cine documental es la muestra audiovisual de esa verdad, que se manifiesta mayormente hoy en día, en la búsqueda por comprobar una hipótesis, poniendo al servicio de ésta, la tecnología, la paciencia y el talento de un realizador, para confirmar o rechazar esa idea que lo motivó a grabar.” (Arturo Ibañez, Guioteca, 17/8/2010)

Es decir, no solo en el cine sino en varias ramas artísticas y en las performances que planteamos a lo largo del trabajo, podemos apreciar la dualidad existente en la ficción y no – ficción, que muchas veces el límite entre esos campos es difuso y difícil de determinar. Esta contraposición podríamos compararla con la hibridación que existe cuando la tecnología atraviesa el cuerpo humano transformándolo: ¿Traspasa el campo artístico? ¿Ficción, no ficción, posible o imposible?

Este nuevo ser amplificado, modificado, evolucionado a través de la tecnología, en el que se basa Stelarc es conocido como ciborg. Su significado proviene de cyber (cibernético) y organism (organismo): organismos cibernéticos. Teresa Aguilar García, en su libro Ontología Cyborg, los define como el entrecruce“de la interfaz humano/maquina como texto para leer el estatus humano y maquínico del sujeto del siglo XXI, así como a la superación de un estadio evolutivo antropocéntrico” (2008:13)

Estos nuevos organismos, inspirados en la ciencia ficción, sujetos de un mundo posmoderno en el que las fronteras y los límites son difíciles de demarcar y responden a una estética que intenta sobrepasar los conceptos de belleza/fealdad y generan cuerpos neutros, híbridos, posorgánicos.

Sin embargo, por ejemplo, Umberto Eco en Historia de la fealdad (2007) se cuestiona si incluso en dicha situación no sigue perseverando y predominando una concepción estética o un ideal de belleza físico, ya que donde se desdibujan ciertos límites convencionales se establecen fronteras que generan nuevos conceptos estéticos.

Una de las figuras más originales y fundamentales en el campo de los estudios culturales de la ciencia, la tecnología y antropología es Donna Haraway. Su obra constituye una reflexión sobre las complejas relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad. Haraway no nos habla del cyborg como una perversión de la era tecnológica, o mostrando los peligros que puede generar el posthumanismo, sino que subraya las potencialidades positivas de la situación fronteriza y de la visión desde múltiples perspectivas con el feminismo y el socialismo.

“Prefiero ser una Ciborg a ser una Diosa”, afirma Haraway en su Manifiesto Cyborg: Ciencia, Tecnología, y Socialismo-Feminista en el Siglo Veinte Tardío (1985, 21.). Si bien en sus textos utiliza la tecnología a través de la metáfora del ciborg – “la idea de que las máquinas pueden contribuir a la liberación es algo que las feministas y mujeres deberían considerar” (ibíd.) –  a la vez en muchas oportunidades critica las consecuencias de lo tecnológico:

“Hasta ahora la personificación femenina parecía ser algo dado, orgánico, necesario; y la expresión de lo femenino parecía significar el disponer de habilidades maternales en sentido estricto o metafórico. Solo estando fuera de lugar lograremos un placer intenso con las máquinas y, entonces, con la excusa de que al fin y al cabo se trata de una actividad orgánica después de todo, podremos apropiárnoslas para las mujeres” (Haraway, 1985:180)

Estas ideas y no ideologías, como remarca Stelarc (1995), parecen estar a veces demasiado alejadas de nuestras vidas, o tal vez se postulan como utopías extremas, pero ¿no es posible decir que una mujer que se implanta prótesis -buscando una ideal estético-  o una persona que se haya implantado un marcapasos -para mejorar una incapacidad de la fisiología de su cuerpo- no cumple con las características de un ciborg o un organismo alterado por la tecnología?

Evolución Tecnológica, Involución humana

“La evolución acaba cuando la tecnología invade el cuerpo”

Stelarc.

Cuando la tecnología avanza en tiempo y espacio, se apodera de la condición humana por completo. Las mismas maquinas que el humano construye y seguirá construyendo son las que nos manejaran en un futuro. No solo eso, sino que también dominarán y controlarán nuestro cuerpo, tal como anuncia de manera positiva Stelarc: “colonizarán la superficie y las arterias internas para aumentar la población de bacterias, con el fin de comprobar, vigilar y proteger el cuerpo” (Stelarc en Mark Dery, 1991,184)

“La ciencia y la tecnología proliferan alrededor de nosotros, hasta el extremo de dictar nuestro propio lenguaje para hablar y pensar. Podemos optar por utilizar esos lenguajes o quedarnos mudos” (Ballard, J. G.,1985, 3-4.)

La idea de vaciar el cuerpo o, como define Naief Yehia en el Cuerpo Transformado (2001) tiene como fin dejar que la tecnología invada los cuerpos, brindar  libre camino para que pueda tomar dominio y crear, mejorar, reestructurar y multiplicar sus funciones operativas: produciendo una simbiosis entre lo animal y lo humano, entre los organismos vivos y las máquinas, orgánico y sintético entre lo físico y lo no físico).

Si bien este idealismo poshumanista tiene, y cada vez más, muchos adeptos, también se encuentran quienes lo critican. Se menciona en Velocidad de Escape: “por la crítica feminista sobre el cuerpo, por el actual debate de la bioética, por las criticas ecologistas” (Mark Dery, 1991,190) entre otros. Por ejemplo, Richard Restak, médico neuropsiquiatra, profesor y escritos, refuta las ideas utópicas que plantea Stelarc: “de ninguna manera puedo imaginar que se pueda pasar de un ser humano a algo como esto, no solo por los problemas técnicos sino, más específicamente, por los biológicos” (ibíd., 188.) Y además, “¿quién querría vivir así, ahí fuera entre las estrellas? (…), las fantasías de Stelarc me parecen patológicas.” (Ibídem)

Restak describe que se trata de una representación de odio al ser, una expresa involución, ya que solo se entiende una preocupación en sí mismo, lo considera narcisismo puro.

Hoy en día, podemos ver cómo los ideales de belleza invaden nuestra sociedad consumista, no es necesario redireccionarnos al mundo de la ficción para encontrar estas visiones ciberculturales para entender que vivimos en una cibercultura, en un mundo constantemente cambiante y dinámico en donde muchos de nosotros estamos en una continua búsqueda de esa perfección física y modificamos, amplificamos, alteramos nuestros cuerpos inconscientemente o a veces no, sabemos lo dócil que es nuestro “envase” –  desde un tatuaje, una prótesis, cirugías (adictivas en muchos casos).

Entonces podríamos asegurar, como planteamos anteriormente, cómo el arte influye y se ve inmerso en el mundo no ficcional. Comenzamos a observar los cuestionamientos en torno a los límites del accionar artístico, que comprometen la perspectiva de lo moral: ¿Es ético y moral usar como escenario artístico el propio cuerpo? Si modificamos el cuerpo pensándolo sólo como un objeto (de estudio, de deseo, de diseño) ¿estamos traspasando el límite artístico, sin pensar en la verdadera esencia humana?

Rediseñando el cuerpo, abstrayendo la mente

Veremos en este apartado cómo desarrolla sus ideas y con qué fin, Orlan, una artista francesa reconocida por su trabajo en la cirugía estética en los años noventa, donde muestra las presiones de una sociedad de consumo que impone estereotipos físicos. A partir de ello, Orlan  hizo de los quirófanos su centro de estudio, tratando su cuerpo como su principal marco de expresión creando una puesta en escena: “mi cuerpo es el espacio donde trabajo, es mi software” (Orlan en Ricardo Arcos-Palma, 2002,8)

Mediante la ironía a los cánones de belleza y performances muy controversiales, Orlan considera que el cuerpo femenino como objeto de placer debe desaparecer. Al igual que Stelarc considera al cuerpo como obsoleto: “nosotros estamos en un mundo en el cual no estamos preparados mentalmente ni físicamente (…) un cuerpo que no puede adaptarse a la velocidad con que va el mundo, un cuerpo que sufre, que no tiene la ligereza del progreso. Un cuerpo que hay que modificar para evitar su desaparición” (ibíd. 9).

Orlan realiza una teatralización de la modificación del cuerpo a través de sus performances. Ella postula que a través de la modificación externa de la imagen propia podemos lograr una transformación en la imagen interna. Sus intervenciones son voluntarias y las considera un autorretrato artístico. Basándonos en su ideología, ¿no podríamos llegar a decir que en la actualidad hombres y mujeres intervienen su físico y modifican la apariencia buscando una mejora (aunque no siempre real) de su interior?

Sin ir tan lejos, las dietas, el corset en la historia, nos conducen a pensar que son consecuencia de una continua disconformidad con uno mismo, una estrategia para “vivir mejor” bajo condiciones expuestas por la sociedad de cada época. Mark Dery postula: “los medios de comunicación nos dicen que estamos en una cultura que adora el cuerpo fortalecido mediante la gimnasia, y podríamos estar de acuerdo: los hombres musculosos y las súper modelos son objetos de nuestro deseo” (2005, 259.)

A partir de lo anteriormente dicho, podemos encontrar una contradicción importante: nos queremos desprender del cuerpo (como dice Stelarc), deseamos modificar nuestra estructura (como lo hace Orlan), vivimos escondiendo el cuerpo detrás de pantallas y dispositivos de comunicación sin compromiso, pero a la vez, le damos un papel protagónico al cuerpo, ya sea como escenario de arte, como espacio de trabajo, o como carta de presentación que debe presentar ciertos requisitos para conseguir una aceptación social. Mark Dery asegura:

“Al mismo tiempo, el software de nuestras mentes es desesperantemente dependiente del hardware que lo contiene, es decir, nuestros cuerpos” pero “el odio al cuerpo nace en parte por la terrible injusticia que supone la obsolescencia programada del cuerpo” (Stelarc en Soledad Córdoba Guardado, 2007, 269-270)

Orlan es transgresión y autodeterminación; cuerpo propio e identidad han sido los principales motivos de la artista francesa. Desmiente las diferencias de los sexos para desembocar en la androginia. Su obra, su cuerpo, es su propio producto; derriba la frontera de los sexos, niega la falta, no hay carencia, avala la inmortalidad: “la ciencia brinda esperanzas y, si tengo que morir, demostraré que soy una artista hasta el final” (2005 julio, entrevista por Araceli Zuñiga para el diario La Jornada, México).

Así como hay críticos a la postura de Stelarc y su especulación con la inmortalidad y la vida sin cuerpo, también hay quienes cuestionan de alguna forma las ideas de la artista francesa y muestran la contracara de Haraway. Es el caso de Naomi Wolf, defensora critica el modelo ideal que propone la industria del consumo y el mundo de la belleza. Afirma que en la cibercultura se permitió crear modelos de belleza poshumanos: “borrar las marcas de envejecimiento de las caras de las mujeres es pura rutina y se utilizan desde hace años en los anuncios de productos de belleza femeninos” En su libro, El mito de la belleza (1991) declara su postura:

“Atañe a algunas de nuestras libertades más fundamentales: la libertad de imaginar nuestro propio futuro y de estar orgullosas de nuestra propia vida… borrar los años de una cara de mujer es borrar su identidad, su poder y su historia” (1991, 82-83)

Wolf se replantea el papel que juega la mujer en este campo, como una “muñequita de plástico” que aspira a la máxima perfección y asegura que la “tecnología  sustituirá al imperfecto y mortal cuerpo femenino, pieza a pieza, por un artificio perfecto” (1991, 267), casi como una necesidad femenina con el fin de satisfacer al mundo masculino y lograr la aceptación social: “ninguna mujer que se respete saldrá a la calle sin una cara que no haya sido alterada por la cirugía” o el photoshop.

Si vemos una revista de moda, podemos ver exactamente en la práctica lo que describe Naomi Wolf, no vemos ninguna marca o arruga en la piel, ninguna señal de vejez, ni cuerpos excedidos de peso, solo vemos cuerpo “perfectos” a los cuales debemos aspirar y que son posibles de alcanzar. Si bien podemos estar de acuerdo o no, pensar que está bien o que está mal, la mayoría sigue los cánones de belleza y busca un estadio mejor, sin excluir el físico.

“El ideal se ha vuelto al fin completamente inhumano (…) las mujeres se comparan, y los hombres las compara, con una nueva raza de no-mujeres híbridas” (1991, 266-267), un ideal creado por nosotros mismos y potenciado por los medios.

Según ella, estamos en manos de una máquina muy poderosa y que está casi lista para activarse, pero viendo lo que pasa en nuestros días, esa máquina ¿no está ya activa?

Conclusiones

No concebimos la vida sin una pantalla en nuestras manos o frente a nuestros ojos, o hasta la simple acción de “photoshopear” una foto con el fin de embellecernos para que “el otro” vea un “yo” distorsionado y comenzamos no solo a transformar el cuerpo con la idea de una supuesta inmortalidad del mismo sino también, en consecuencia, una perdida y desplazamiento de identidad.

El cuerpo “ideal” de la era posmoderna  se ha convertido en mercancía y, como tal, ha quedado sometido a la lógica del mercado. El valor de la imagen corporal se ha ido transformando al modelo visual generado por las tecnologías de la imagen, tal como postula Naomi Wolf cuando afirma que lo antinatural se ha vuelto natural. Tenemos estos ideales incorporados en nuestras mentes excluyendo a la mujer humana como referencia.

La cultura ciborg desdramatiza cualquier ideología que promulgue la falta de moral y ética a los ideales transhumanos (humanos trascendidos). Plantean, además, que la hibridación del hombre con las máquinas no debe ser dolorosa, ya que el cibercuerpo se corresponde con un cuerpo real que está dormido, anestesiado, correspondiéndose al concepto “objeto-antiguo cuerpo”.

Podemos ver como Orlan mediante el arte acentúa que la cirugía es el procedimiento más veloz para alcanzar una metamorfosis corporal. No necesitamos remontarnos a las performances de los artistas mencionados para poder corroborar que estas prácticas son cotidianas, comunes a la sociedad en la que estamos inmersos, son una condición casi imprescindible para “pertenecer”.

Deseos insatisfechos que se plasman en la mutación del físico a través del uso, (muchas veces extremo, desmesurado) tecnológico, que cada vez está más al alcance de nuestras vidas. Cosificar (objetivar) y rediseñar el cuerpo parece una acción naturalizada, un accionar al que nos estamos acostumbrando.

Nos dirigimos a una homogenización del ser, una abstracción de nosotros mismos, pensando en cómo mejorar nuestros propios “envases obsoletos” y relacionarnos con el mundo que nos rodea atravesados por pantallas, como si fuera nuestra primera piel.

Bibliografía

Donna Haraway  (1985) “Manifiesto para ciborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a finales del siglo XX”, en Ciencia, ciborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Cátedra, Madrid.

Mark Dery (1995) Escape Velocity, Cyberculture at the end of the Century. Hodler and Stoughton, Londres (Trad. Cast.: Velocidad de escape. La cibercultura en el final del siglo). Siruela, Madrid.

Norbert Wiener (1950) The Human use of Human Beings. Cybernetics and society. Houghton Mifflin., Boston, (Trad.cast: Cibernética y sociedad. Edit. Sudamericana, Buenos Aires, 1969).

Naief Yehya  (2001)  Cuerpo Transformado. Cyborgs  y nuestra descendencia tecnológica en la realidad y en la ciencia ficción, Paidós, México.

Naomi Wolf (1991) The Beauty Myth: How Images of Beauty Are Used Against Women, Nueva York, William Morrow, (Trad. Cast: El Mito de la Belleza). Emecé, Barcelona.

Teresa Aguilar García (2008) Ontología Cyborg. El cuerpo en la nueva sociedad tecnológica. Gedisa, Barcelona.

Ricardo Arcos-Palma (2002) Maquinaciones o el cuerpo obsoleto. Relación cuerpo-maquina en el arte de final del siglo XX. Paris.

Soledad Córdoba Guardado (2007) La representación del cuerpo futuro. Madrid.

Stelarc (1991) Prosthetics, Robotics and Remote Existence: Postevolutionary Strategies. Leonardo 24, n° 5.

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