En el año 1948, Norbert Wiener publicó en Nueva York su Cybernetics, or Control and Communication in the Animal and the Machine (Cibernética o el control y comunicación en animales y máquinas), libro escrito en clave netamente matemática en el que propuso su teoría del control y la comunicación en máquinas y animales, que denominó Cibernética, palabra que hizo derivar de la voz griega kubernetes (Κυβερνήτης) o timonel, misma raíz de la cual procede el término gobierno y sus derivados.
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¿Soy un tecnozombi?
Cuando franqueo con mi mente la vaporosa «nube» del ciberespacio, ¿no estaré dejando detrás de mí, detrás de todo, un cuerpo zombi? ¿No me estaré convirtiendo, atravesado como estoy por mis fetiches técnicos, en un tecnozombi?
Poshumanos en el cine – Revista Ñ
El término ciborg, contracción lingüística de las voces inglesas cybernetic y organism, remite a un ser humano cuyo organismo ha sido sometido a un proceso de invasión tecnológica que le ha permitido, en algún sentido, superar las barreras biológicas, físicas y mentales de su propia naturaleza. Se trata de un ser originalmente humano que ha comenzado a adquirir atributos y propiedades antes reservadas a las máquinas, y se ha acercado a los productos de su propia tecnología. El ciborg es una entidad de naturaleza mixta, una criatura híbrida del imaginario cultural ubicada a mitad de camino entre la biología y la tecnología, hecha de máquina y humano, de carne y metal, de carbono y silicio, de genes y código binario.
La mitología cinematográfica asociada al imaginario ciborg nace tímidamente en 1935 en el filme “Las Manos de Orlac” (Stephen Orlac es un pianista impelido a actuar criminalmente por el influjo de las manos biológicas de un asesino que son implantadas quirúrgicamente en su organismo), continúa su rumbo en 1958 en “El coloso de Nueva York” (el cerebro de Jeremy Spenser, un prestigioso científico muerto en un accidente automovilístico, es insertado en un enorme cuerpo mecánico que opera como extensión física de sus capacidades mentales) y alcanza cierta madurez en 1964 en el filme “Dr. Strangelove” (el doctor Strangelove, ex científico nazi y asesor del presidente norteamericano, no logra controlar el impulso de un brazo mecánico implantado en su cuerpo que revela sus intenciones fascistas). Estos primeros filmes, limitados por la técnica pero prematuros en conceptos, reflejan desde el origen los miedos y fantasías asociados a la inclusión de extensiones artificiales en el organismo, y preparan de forma primitiva el imaginario vinculado a estas nuevas posibilidades técnicas.
Camino al poshumanismo
En los últimos años se ha desarrollado un nuevo paradigma sobre el futuro del hombre que comenzó a tomar forma en un grupo de científicos dedicados a la investigación en áreas como computación, neurología, biotecnología, nanotecnología y otras tecnologías de punta.
Androides y poshumanos – La integración hombre-máquina
La idea de que la supuesta creación del hombre y los animales por Dios, el engendramiento de los seres vivos de acuerdo con su clase, y la posible reproducción de máquinas, forman parte del mismo orden de fenómenos, es emocionalmente perturbadora, tal como las especulaciones de Darwin acerca de la evolución y el origen del hombre fueron perturbadoras. Si fue una ofensa contra nuestro propio orgullo el que se nos comparase con un simio, ahora ya nos hemos repuesto de ello; y es una ofensa aún mayor ser comparado con una máquina.
Norbert Wiener (1964)
Dios & Golem, S.A.
El impulso tecnológico orientado a la integración entre hombres y máquinas (desarrollo de «máquinas-humanas» y «humanos-maquínicos») ha ido evolucionando de forma paralela al desarrollo de la informática y otras tecnologías de la información y la comunicación (nano y biotecnología, ingeniería genética, electrónica, etc.). Así, la explosión de las tecnologías digitales durante la década de 1970, y en especial en 1980 y 1990,. ha potenciado las posibilidades de creación de máquinas-humanas y humanos-maquínicos.
Este conjunto de nuevas posibilidades creativas generó -y al mismo tiempo fue generado por- un cúmulo de ideas y argumentos de científicos que provienen de centros especializados de investigación en robótica, cibernética, nanotecnología, ingeniería genética, biotecnología, informática, etc., como el MIT (Massachusetts Institute of Technology) y de algunas de las más importantes universidades del mundo, principalmente en los Estados Unidos. Los autores que defienden la integración entre hombres y máquinas, entre los que se destacan Raymond Kurzweil, Hans Moravec, Bill Joy, Michael Knasel, Jack Dunietz, Thomas Sturm, Rodney Brooks y Nick Bostrom, notoriamente, no son profetas del futuro, futurólogos o escritores de ciencia-ficción, sino que, en la gran mayoría de los casos, se trata de inventores y especialistas en robótica y tecnología que, desde los centros más poderosos de investigación del planeta, han participado desde hace años en el desarrollo de las tecnologías sobre las que ahora reflexionan.