Sistemas expertos de Inteligencia Artificial

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En la tendencia histórica constante de imitar al ser humano por medio de la tecnología pueden advertirse dos caminos separados pero vinculados estrechamente: la mimesis corporal o física (reproducción de las configuraciones del cuerpo) y la mimesis mental o cerebral (imitación de los mecanismos lógicos y fisiológicos del cerebro).

El origen de la mimesis del cuerpo es considerablemente anterior a la del cerebro, siendo la primera, causa y efecto, en parte, de la Primera Revolución Industrial y la segunda, de la llamada Revolución Industrial Moderna. Filósofos y escritores del talante de Platón, Tiziano, Leonardo da Vinci, René Descartes, Francis Bacon, Michel de Montaigne, Julien-Offray de la Mettrie, Tomás de Aquino y otros tantos pensadores de la Antigüedad y la Modernidad, han contribuido, desde los conceptos y desde la práctica, a definir y promover la mimesis corporal o física del ser humano. Y filósofos y escritores algo más recientes, de la talla de Gottfried Wilhelm Leibnitz, (nuevamente) René Descartes, Ludwig Wittgenstein, Bertrand Russell, Norbert Wiener, Claude Shanon, Alan Turing, John Von Neumann, Charles Babbage y otros muchos pensadores y científicos de la Modernidad y Posmodernidad constituyen y promueven el universo teórico-práctico de lo que aquí llamamos mimesis mental.

Un sistema de inteligencia artificial  es actualmente el mayor exponente de la mimesis del cerebro. Se trata de una máquina compleja compuesta, por lo general, por un código de programación (software) combinado con un soporte o sustrato físico (hardware), que emula algunas funciones y operaciones lógicas del cerebro y que cuenta con interfaces de entrada y salida de información que le permiten interactuar con su entorno (interfaces de retroalimentación).

Las experiencias que genera el sistema en esta interacción se acumulan de forma organizada en su memoria, lo que le permite generalizar leyes o patrones de funcionamiento a partir de casos particulares y reaccionar ante diversas situaciones de forma funcional y coherente. Por medio de la interacción con el entorno, el sistema de IA construye progresivamente un modelo de sí mismo y del mundo que lo rodea, y aprende a controlar y manipular las variables de su realidad contextual. Con el tiempo, su red informática incorpora cada vez más experiencias y patrones de comportamiento, y mejora, merced a ello, su capacidad de interacción.

Estos conjuntos artificiales cuentan normalmente con un objetivo principal y suelen reproducir a la perfección un aspecto particular y acotado del cerebro humano, destacándose en una rama específica de funcionamiento: son los llamados sistemas expertos. Por ejemplo, Deep Blue, desarrollado por IBM, es experto en ajedrez y ha desafiado y vencido a los más importantes grandes maestros de la actualidad. Asimismo, Alan, desarrollado por AI Research,  es un chatterbot o chatbot (agente experto en conversación) que se encuentra disponible en Internet a fin de demostrar las limitaciones actuales en tecnología conversacional.
Mayormente, los sistemas de IA basan su funcionamiento en la información que reciben y procesan del exterior.

De ahí que deban contar con alguna clase de sensores, miembros efectores, órganos de percepción y una estructura o esqueleto físico externo de determinada complexión y funcionamiento, que son tomados, por lo general, del modelo operativo y estético del cuerpo humano (mimesis corporal).  La antigua tradición de desarrollo de autómatas antropomorfos promovida desde hace siglos por el pensamiento mítico y científico, y enraizada materialmente desde la Revolución Industrial, ofrece a este respecto un conjunto enorme de alternativas en diversos soportes físicos y pone al servicio de la inteligencia artificial una amplia variedad de modelos corporales de naturaleza humanoide.

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