Cine 3D: puro masaje retiniano

Getting your Trinity Audio player ready...

1. Introducción

A principios de 1920 surgió una renovación del cine clásico con la incorporación del sonoro. La aparición de esos films, que contaban con sonido post-sincronizado, se explica debido a la necesidad de un relanzamiento comercial del cine. Lo mismo ocurriría ochenta y nueve años más tarde con el lanzamiento del cine 3D. De la mano de James Cameron, y de su creación más trascedente: Avatar (2009), se redefine la lógica estética y comercial del cine (De Kerckhove, 2010).

Nuevos paradigmas y cuestionamientos giran en torno a esta nueva forma de entretenimiento. En los últimos años se notan dos posturas radicales con respecto a esta nueva tecnología: el público a favor de este novedoso artilugio que demanda constantemente la sorpresa, y los profesionales y críticos de cine que lo califican como la decadencia y pérdida del sentido del cine clásico. En torno a esto podemos preguntarnos: ¿El cine 3D causará la “muerte” del cine tradicional? ¿Las proyecciones en 3D son consideradas un nuevo medio o simplemente nueva tecnología?

No hay definido un punto específico de la creación del cine en tres dimensiones, pero hay escritos que aseguran que Edward Muybridge realizó trabajos sobre la representación de esterecopía en movimiento en 1872. Charles Wheatstone fue el padre de la concepción de la imagen en tres dimensiones: creó un aparato que consistía en un doble espejo para ver una imagen desde dos ángulos ligeramente diferentes (Hayes, 1947).  Sin  embargo habrá que esperar hasta 1915 para encontrar evidencias de proyecciones en 3D; se trataban de cortometrajes que mostraban diferentes paisajes. El primer largometraje que utiliza esta técnica sería El poder del amor (The Power of Love, 1922). Al igual que su sucesora, Radiomania (1922), no tuvieron un gran éxito, ni el reconocimiento de la crítica. Recién en 1952 con el estreno de El museo de cera (House of Wax, 1953), un remake de terror dirigido por John Norling, las grandes compañías cinematográficas se empezarían a avocar hacia la investigación y perfeccionamiento de este recurso fílmico.

“La producción de imágenes por ordenador solo comenzó  a interesar a los productores y a los distribuidores del cine de Hollywood cuando ésta pudo funcionar eficazmente dentro de los parámetros de su propia estética comercial establecida. Para mediados de la década de los ochenta” (Darley 2002, 38)

De igual modo, esta etapa de apogeo se ve interferida con la llegada del cinerama y mas tarde del cinemascope (Kehr, 2010). Su verdadero auge no llegaría hasta el siglo XXI gracias al RealD 3D; pudiendo situar como la gran precursora de este periodo la comedia animada infantil Chicken Little 3D (2005). Con el lanzamiento de Avatar (2009) el público se transformará dependiente de esta nueva forma de ver y hacer cine.

“La segunda década del tercer milenio quedará en la historia por la desaparición casi definitiva del soporte cinematográfico. El predominio del consumo y del espectáculo total, sostenido por los medios masivos en su transmisión digital, ha convertido al cine en un confuso hibrido tecnológico que ya no responde a las especificaciones significativas que lo definían”. (La Ferla, 2009, 195).

2. Espectadores 3D

“La visión estereoscópica es similar al sonido estéreo” (Gallardo, 2011), se le ofrecen distintas imágenes a cada uno de los ojos para que los mismo calculen la profundidad de las cosas. El termino tres dimensiones implica el ancho, alto y la profundidad de la imagen proyectada. Debido a la disparidad binocular el sistema nervioso crea dos imágenes para cada ojo, luego se produce la acomodación de estas imágenes para que converjan en la retina y así finalmente el cerebro pueda procesarlas y transmitirnos una sensación de profundidad (estereopsis)[1]. El 3D complejiza la imagen para así poder simplificarla y ser más natural a la percepción humana con la diferenciación de planos, inexistente en el cine clásico.

Este nuevo modo de hacer cine nos hace partícipes casi por completo de lo que estamos observando. “Nuestra sociedad ya no quiere solo ver un espectáculo, sino adentrarse en él” (De Kerchove, 2010). De este modo el discurso de Guy Debord de 1967 sigue vigente y se renovó con el gran desarrollo tecnológico que produce un puro masajeo retiniano [2] y la satisfacción por participar de estos productos culturales. Los consumidores ven que están dentro de ese mundo ficticio o real que nos plantea el director, cuando en realidad no lo es. Este efecto de inmersión no es nada más que un efecto ilusorio de perspectiva: diferenciación de planos, personajes, objetos; que para el espectador pueden ser “palpables”, pero sin embargo no lo son. El cerebro es el encargado de realizar todo el trabajo. El espectador permanece inmóvil y son las imágenes las que ofrecen diferentes perspectivas, la cámara sigue siendo subjetiva: la tridimensionalidad del espacio es algo que el espectador supone pero no experimenta (Machado, 2009).

Esto presupondría el rechazo a la elección de estas proyecciones por arruinar la magia sin antes haber comenzado la función pero, al contrario, son las más solicitadas. La gran mayoría de los espectadores ya no acuden a los cines para maravillarse por la historia que se les cuenta, si no por el espectáculo que se les brinda. Esta dentro del precio de la entrada, que el público una vez terminada la función, debata y se cuestione como habrán realizado tales efectos. Esto no es negativo ya que es lo que este tipo de cine pretende: maravillar al espectador con un bombardeo de imágenes y causar sensaciones en el mismo. “La propia tecnología es el mensaje” (Darley, 2002).

El gran auge que trajo consigo el 3D no hubiera sido posible sin la instalación previa del cine digital. Este nuevo medio dio el punta pie inicial para el desarrollo de esta nueva tecnología. El cine en 3D no es considerado como un nuevo medio sino que, por el momento, es una técnica y herramienta muy empleada del cine digital.

Muchos especialistas de este arte consideran innecesario y contraproducente el uso del 3D en la mayoría de las películas. Los espectadores ya no concurren a las salas de cine para maravillarse por la excelente interpretación de los actores o el magnífico script; asisten por el simple hecho de sorprenderse por el espectáculo visual que les es brindado. Hay un cambio pragmático en la finalidad del film. Muchas veces la elección del espectador estipula el fracaso de la película:

  • Si la mayoría del público no hubiera aceptado la instalación del 3D y hubieran escogido ver Avatar (2009) en su formato tradicional la reacción hubiera sido otra. Esta no presenta grandes novedades ni es una historia perfecta, lo que hace trascender al film es justamente esta nueva tecnología.
  • No siempre el 3D es utilizado correctamente. La película argentina La pelea de mi vida (2012) utiliza erróneamente este recurso. La implementación del 3D no se justifica y es innecesario.

¿Hasta qué punto utilizar esta nueva técnica cinematográfica? ¿Priorizar la redituabilidad económica o el mensaje y la historia auténtica? Tal como lo conocemos hoy, el cine digital tiene ciertas ventajas y desventajas:

 “El formato digital ofrece menor calidad, es más caro y no cuenta con las mismas garantías de cara al futuro que la película fotográfica de toda la vida”. (Biurrun, 2002)

Pero por otra parte es más fácil y rápido el proceso de rodaje, el número de planos y escenas que se pueden producir por día y ver en el mismo momento. Aunque a su vez también es muy dependiente del hardware y software para realizar el montaje, y por lo cual se requiere de una mayor profesionalización en la etapa de postproducción.

El requerimiento e inversión económica que se necesita para rodar la película entera en  este formato es inmenso. Para abaratar costos algunas compañías deciden aplicar el 3D de forma completa en la etapa de postproducción. Si bien se logra una mayor expansión y profundidad del espacio fílmico, el resultado obtenido no es el mejor y deja al espectador bastante desconforme. Tal fue el caso de Alicia en el País de las Maravillas (2010) de Tim Burton. Sin embargo el cine digital permitió recuperar ciertas películas del pasado. Por medio de la masterización digital[3] se pueden generar todo tipo de efectos ópticos, modificación de colores y tener un control sobre todos los elementos de la imagen escena a escena, plano a plano, e incluso fotograma a fotograma (Paz Gago, 2004, 114). Tal es el caso del reciente estreno de la película argentina Esperando la carroza (1985) en su versión remasterizada.

Otra consecuencia del cine en 3D es el uso desmesurado del mismo. El público en un principio requería de este nuevo tipo de cine. Tal como argumenta De Kerckhove: “El 3D ya no es una moda, sino una necesidad cultural de la nueva sociedad del espectáculo, que se define también como sociedad de la participación” (De Kerckhove, 2010, 2). Sin embargo, debido al gran bombardeo de películas de este estilo[4] hay un agotamiento y cansancio del espectador. El uso injustificado del mismo aleja al espectador cada vez más del cine 3D.

La única exenta a la regla parece ser la multinacional Disney. El relanzamiento de clásico de Disney como La Bella y la Bestia (1991) o Buscando a Nemo (2003) en 3D siguen captando la atención del público. Por eso vale preguntarse: ¿Cuánto tiempo durará la curiosidad del espectador por la imagen en 3D? ¿Habrá una nueva tecnología que supere a esta? “¿Es el nuevo concepto del 3D una moda pasajera o el principio de una larga relación con el cine?”[5]

El cine digital y en tres dimensiones de hoy es solo el inicio de una interminable lista de nuevos desafíos y proyectos que nos deparará el futuro. El 3D no está perfeccionado del todo: todavía necesitamos de una interfaz para poder reproducir la sensación de perspectiva y profundidad. A lo largo de la historia surgieron varios tipos de anteojos/gafas[6] para producir dicho efecto, aunque siguen molestando y estorbando la visión a un amplio sector de la población. Los espectadores se compenetran de tal forma con una película en 3D, que en muchos casos se quitan los anteojos para espiar como se realizan esos efectos o para asegurarse si aquello que están viendo es real o no. “Este peaje que el espectador tiene que pagar (lo cual no es metafórico ya que las gafas tienen un costo adicional” (Vicente Díaz Gandasegui, 2009) es un avance no del todo satisfactorio de poder ver la imagen. Además de causar ciertas molestias en los espectadores[7] hay una perdida (cada vez menor) de la calidad de la imagen como el brillo o el contraste. Sin ellas no sería posible ser participes de la película, y eso es una desventaja que las grandes compañías se empeñan por resolver.

Hoy el 3D ya se adentró dentro de los hogares de millones de personas. Mucha gente ya no acude al cine para sorprenderse de esta nueva especie de realidad virtual, lo tiene al alcance de su control remoto. Esto es algo perjudicial para el cine y podría llegar a causa

Comentarios