Aniquilación: ¿Dios no juega a los dados con el Universo?

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Título original: Annihilation. Año: 2018. Duración: 115 min. País::Estados Unidos. Dirección: Alex Garland. Guión: Alex Garland (Novela: Jeff VanderMeer). Música:
Geoff Barrow, Ben Salisbury. Fotografía: Rob Hardy. Reparto: Natalie Portman, Óscar Isaac, Jennifer Jason Leigh. Género: Ciencia ficción.

Por Santiago Koval.

aniquilación

nombre femenino

Destrucción completa y total de una cosa o persona.

Un objeto no identificado bordea la Tierra e impacta en un faro aislado del mundo, y se gesta en torno de él un gran domo electromagnético que todo lo cubre, de arriba abajo, como una capa de irrealidad. La zona alienígena es referida por las autoridades como “El resplandor” (The shimmer), pues en sus bordes se perfila una aurora boreal centelleante, una de esas superficies misteriosas que nos recuerdan al tejido plasmático de las amebas, los moluscos o las galaxias. Y es que en la frontera, en el intersticio que se abre entre lo nuestro y lo Otro, hay algo de portal fantasmático, algo de pasaje a otro mundo.

El ente foráneo conquista el terreno y se expande, irreversiblemente: provoca a su paso cambios en la estructura de lo vivo, en la flora y en la fauna, cambios que parecieran afectar profundamente la naturaleza de las cosas, y a su alrededor se instaura grande misterio, cosa que convoca a los más destacados científicos y militares de Estados Unidos a fin de investigar sus límites y sus innumerables peligros. Apostados, los expertos envían grupos de exploración para conocer de cerca el “Área X”, desde un comienzo reconocida (¿cuándo no?) como una gran amenaza para la humanidad.

Al cabo de unos años, los investigadores permanecen ignorantes y ajenos al enigma: las ondas electromagnéticas no pueden entrar ni escapar del domo, y nadie ha regresado de allí con vida. Todo es así hasta que Kane (Oscar Isaac), uno de los soldados enviados en una de las expediciones, regresa inesperadamente a casa, virtualmente sin recuerdos de lo que ha acontecido, y casi sin registro de su vida pasada con su esposa Lena (Natalie Portman). Necesariamente, el soldado enfermará y Lena, una exmilitar y científica experta en biología celular, buscará respuestas acerca de lo ocurrido. Para ello, la mujer deberá internarse más allá del resplandor.

El gen alienígena

El grupo de científicas que acompaña a Lena recorre el territorio que se abre más allá del domo, y comienza lentamente a reconocer la extraña realidad que allí se desarrolla. En su exploración, las cinco mujeres se toparán con toda clase de deformaciones surgidas de las más desconcertantes mutaciones genéticas. Los cambios ocurridos en el ADN de las criaturas son de tal magnitud que se han gestado nuevas especies o, mejor dicho, nuevas formas de convivencia entre las especies. Es que algunas se han comenzado a confundir y se constituyen ahora como organismos mixtos, inter-especiados, hermosamente terroríficos, monstruosamente bellos.

“Todos nos autodestruimos”, explica a Lena la doctora Ventress (Jennifer Jason Leigh), frase que pareciera marcar a fuego todas las manifestaciones físicas y biológicas que se observan en los organismos vegetales y animales, y en los propios seres humanos. Y allí reside una primera conclusión. En nuestra calidad de humanos, no debemos olvidar la ley primera: pertenecemos a la Naturaleza, y no al revés. Las cargas genéticas de las protagonistas comenzarán pronto a fusionarse con su entorno, con las plantas y con las flores, y con los animales e insectos que se multiplican por el territorio. Y entonces nada volverá a ser lo que era.

La pregunta por la identidad

¿Quién soy yo sin mi mente ni mi cuerpo? ¿Quién soy sin mi genética? ¿Quién soy yo, precisamente, sino mi propia unicidad? Aquello que nos hace únicos nos define. Acaso, somos aquellos imbricados circuitos neuronales y celulares que constituyen nuestra carga y expresión genética, y que se manifiestan en las formas de nuestro cuerpo, en las posibilidades manifiestas de nuestra mente y de nuestra conciencia.

Pero si somos eso, si somos nuestros genes (o la expresión de nuestros genes), ¿qué ocurriría si estos se confunden, si se mezclan con los de otros seres vivos? ¿Qué ocurriría si, repentinamente, dejamos de ser todo aquello que nos define? Peor aun: ¿qué ocurriría si otro ser idéntico a nosotros nos refleja, nos refracta, nos imita en cada aspecto, en cada movimiento, en cada pensamiento? ¿Qué ocurriría con mi unicidad si dejo de ser único?

Uno de los grandes aciertos de Aniquilación es el de discurrir acerca del problema de la identidad. La memoria y la ubicación en el territorio serán las primeras funciones cognitivas que se verán afectadas por las mutaciones que comenzarán a alterar a las cinco exploradoras. Y en ese viaje sin retorno a la demencia, cada una irá padeciendo en la propia piel el aterrador descenso a la pérdida del yo, a ese dejar de ser uno mismo.

La mente, ese último recodo de la identidad al que se aferraba HAL 9000 en 2001, odisea del espacio, será el escenario final de todas las batallas. Porque no es solo el cuerpo el que sufrirá las mutaciones (como ocurría en La mosca, de David Cronenberg); aquí también la conciencia comenzará a desvanecerse, a tornarse conflictiva.

Ciencia ficción de la buena

¿Qué aspectos definen a una buena pieza de ciencia ficción? Tal vez, no sea tanto el despliegue escénico, ni las explicaciones teóricas que puedan ofrecer los expertos convocados para llevar a cabo los experimentos o para sorprendernos con sus maravillas técnicas. Tampoco radica la clave en la exploración detallada y microscópica que nos ofrece el guión o la cámara del agente del mal, sea este un monstruo, una enfermedad, un alienígena o una entidad robótica.

Más bien, tiendo a pensar que la calidad de una buena experiencia de ficción científica reside en la capacidad que tiene de mantener intacto nuestro asombro, de provocarnos más preguntas que respuestas, de conducirnos a la exploración interior, a la búsqueda (o a la pérdida) de un sentido posible a nuestra breve existencia.

En suma, una buena pieza de ciencia ficción debería conducirnos a cuestionar nuestra comprensión del universo y, por extensión, de nuestra propia conciencia.

En este sentido (en todos los sentidos posibles), Aniquilación es, a todas luces, una obra maestra.

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