El impacto de las TIC sobre el medioambiente

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Pensar, sentir y actuar con ética y entereza humanas. He aquí lo poco que nos queda a nosotros, artífices de nuestro devenir. A esta titánica tarea hemos de entregarnos quienes reflexionamos sobre la tecnología, y en general, quienes deseamos, en lo más íntimo, un posible futuro para las generaciones venideras. Con estas palabras concluye el Manifiesto de KubernÉtica, este medio en el que nos encontramos que propugna un uso ético de la tecnología.

Por Fernando Tucho

Entre las muchas lagunas o agujeros negros que se ocultan bajo la fascinación con que nos entregamos al uso de las tecnologías, y en concreto a las dedicadas a la información y la comunicación (TICs en adelante), destaca a mi entender uno por ser de los menos atendidos y estudiados: el impacto que nuestro uso de las TICs tiene sobre el medioambiente. ¿Nos hemos parado a pensar alguna vez en el impacto medioambiental que tiene nuestro uso de Internet, de las redes sociales, de nuestros dispositivos móviles,…? ¿Somos conscientes del impacto que tiene la extracción de los minerales que conforman nuestros aparatos tecnológicos sobre las poblaciones y sus entornos? ¿Y el de los residuos que dejan esos aparatos cuando decidimos deshacernos de ellos para dar paso en nuestras vidas a un dispositivo mejorado? ¿Podemos hacer un uso consciente y ético de las TICs sin tener en cuenta estas cuestiones?… Veamos algunos datos que nos pueden ayudar a reflexionar.

La vida de cualquier dispositivo electrónico comienza con la extracción de una serie de minerales necesarios para su construcción, minerales que se encuentran concentrados en unos pocos países del mundo. Véase por ejemplo el caso del coltán. Esta solución de dos minerales (columbita y tantalita) es imprescindible hoy día para el funcionamiento de nuestros dispositivos móviles. La cara oscura estaría en las condiciones de semi-esclavitud en que se extrae este mineral en países como el Congo, país al que se le suponen el 80% de sus reservas y cuya explotación estaría en la base de la conocida como Segunda Guerra del Congo, una guerra que además de las innumerables bajas humanas también ha supuesto una devastación del bosque tropical, donde hasta hace poco estaban algunos santuarios del gorila de montaña, que habría vista reducida su población en un 90% desde el inicio de los conflictos. Y la demanda de estos minerales no deja de crecer…

Una vez que estos aparatos ya están en nuestras manos, además de los incontables servicios que nos proporcionan, también nos siguen trayendo importantes impactos negativos sobre el medioambiente que son poco conocidos y que estarían sobrepasando los conocidos efectos positivos. Por ejemplo, según el último informe de Greenpeace sobre el consumo energético de internet, los conglomerados de prensa estarían consumiendo más energía ahora con sus centros de datos digitales que con sus imprentas tradicionales para papel o, por poner otro ejemplo, el aumento disparado de consumo online de vídeo gracias a su ingente oferta en las redes estaría sobrepasando con creces el posible ahorro energético que el acceso online podría haber generado sobre las vías tradicionales de distribución (se estima que el 60% de todo el tráfico de internet en la actualidad se debe al consumo de materiales audiovisuales, esperando que alcance el 76% en 2018).

Nuestra responsabilidad como usuarios es clara, pues somos responsables del 80% de todo el tráfico de Internet. Y la demanda creciente lleva a la necesidad de cada vez mayor capacidad de almacenaje de datos, lo que está llevando a que los centros de datos (que sostienen esa supuestamente etérea “nube”) cada vez absorban un mayor porcentaje del consumo total de energía del sector de las TICs. En 2011, Greenpeace afirmaba que si la nube fuera un país, sería el 6º consumidor de energía del planeta. Sin duda, esta posición ya se ve sobradamente superada: el mundo de las TIC estaría consumiendo actualmente en torno al 8% de toda la energía mundial, siendo responsable de al menos el 2% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. Y como ha analizado esta ong, aunque algunas empresas líderes como Apple, Google o Facebook tienen una apuesta clara por el uso de energías renovables, todavía se está muy lejos de sostener “la nube” preferentemente con este tipo de energías no contaminantes.

Y después de su uso, y normalmente mucho antes de que el aparato llegue al fin de su vida útil, el bombardeo publicitario al que somos sometidos a diario sumado a quién sabe qué necesidades internas de cada uno nos lleva a deshacernos del dispositivo para adquirir uno nuevo mejorado… ¿Y qué hacemos con el aparato viejo, dónde acaban los residuos de nuestros aparatos electrónicos? Según un informe de la Universidad de las Naciones Unidas, solo en 2014 se generaron un total de 41,8 millones de toneladas de basura electrónica en todo el mundo, de las cuales el 85% no estaría recibiendo ningún tratamiento adecuado, por lo que termina en vertederos e incineradoras o, mucho más grave aún y como es bien conocido, en depósitos incontrolados en diversos países del llamado Tercer Mundo, con China a la cabeza (donde la población de Guiyu se considera el centro de desechos electrónicos más grande del mundo) seguido de diversos países africanos como Ghana, donde el vertedero de Agbogbloshie es tristemente conocido por los diversos reportajes de que ya ha sido escenario.

Son solo algunas llamadas en forma de datos que nos invitan a reflexionar sobre esa cara oculta que tiene nuestro uso diario de nuestros dispositivos digitales, una reflexión que pueda conducirnos a un uso más consciente y que haga posible ese “futuro para las generaciones venideras”.

Fuente de la imagen: www.finanzen100.de

Fernando Tucho es profesor de Comunicación en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Autor de “Ecología y media. Un blog sobre el impacto de las TIC en el medioambiente”. Blog: www.ecologiaymedia.info

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